Hay tantas cosas que nos quedan en el tintero que solo la fe y la esperanza dejan que utilicemos un punto y coma, no habiendo suficientes vidas para realizarlas todas.
He pisado lugares dónde sus gentes autóctonas me miraban como una extranjera, con distancia superficial -no sé si por edad o circunstancias- con corazón abierto y dispuesto.
Entonces es cuando mi timidez para algunos, altanería arrogante para otros, se vuelve pura humildad invisible… Esa que camina despacio, sin hacer ruido, de ojos observadores y contemplativos.
Sin ego. O el justo, para seguir atreviéndome a fondear los ojos del que me encuentra, sorpresivamente. Todo un triunfo.
No hay dos mares iguales, vistos por la misma mirada. La indecisión decidida, la impulsividad sin pulso, la atención a la imprudencia, el desafío sin acción, en definitiva, la huída que dicta una dirección a poniente. Caliente y seco, extraño y a deshoras, de cuando te pilla sudando con una sábana en pleno invierno.
Son muchos mis haberes insatisfechos e inacabados, todo por probar otros caminos más hacia el norte, fríos y racionales… Nada más en contra de mi naturaleza ¿o quizás no?
¿Qué somos y para qué, nuestros movimientos de prueba & error? Ni nosotros lo sabemos, solo intuimos que sin el movimiento, uno muere lentamente en vida.