Mira que cuesta ponernos algo de color en este invierverano que estamos pasando. Forzamos al cuerpo a pasar desapercibido, vistiéndonos con capas de “No estoy”… ¡Ufff y que no me miren a los ojos porque hasta igual, me leen! ¡Peligru, peligru!
Cuando vas sol@ por el mundo con una lente orejuda que solo observa y escucha, ves en los otr@s todos esos gestos repetitivos y cotidianos que te zarandean hasta reaccionar. Para mal o para bien.
Siiiii… Esa soy yo, la menda. Ahora puedo sonreírte por la calle - hace dos años no tenía este “codigo de barras” maldito….arghhhh -, puedo sonreírte y volver a mirarte a los ojos. No me hagas la cobra, please.
Salir como una astronauta a un nuevo universo, un poco borracha de metros cuadrados limitados, mirada corta por no tener perspectiva ni horizonte. A lo sumo, hasta la luna lunera que se abre en el cielo de mi terraza ¡Qué guay sería tener gravedad 0 para perderse en el infinito y más allá!
Nos bombardean para que volvamos al agujero, con noticias-mierda y tanques de Madelmans cargados de malaleche, incertidumbre y taquicardias de sube-baja. Me acuerdo de aquellas bolsas de “a peseta” con soldaditos de plástico de diferentes nacionalidades, los que montaban a caballo a veces caían los primeros porque solo tenían tres patas… El molde no daba para más.
Pues nosotr@s, si damos para más. Cuantas más patadas en las espinillas -non problem, siempre tenemos Ostiagel- más masocas nos volvemos. Pero cojeando, trastabillando, resbalando… Bizarr@s y aguerrid@s, continuamos andando.
¡Carnaval, carnaval…!