Siempre nos quedan posos, de magdalena que quiere dejar su huella y se va al fondo, de mermelada de naranja que amarga de exotismo el café de tu mañana, de canela en polvo que hueles antes de tan siquiera probar un sorbo…
Se posan creando un lenguaje nuevo, único e intemporal así nosotros somos posos de recuerdos, dulces, amargos, efímeros, aromáticos… Su lectura es tan diversa, intrigante y misteriosa como human@s hay en el planeta.
Siempre quedan ahí, ocupando huecos y recovecos, estructurados como capas de cebolla…
¿Te acuerdas de aquel que te llenó de gozo y delirio, capa de amor y dolor, hundiéndose despavorido a lo más hondo? Uno de ellos se posó tronchándose de risa “avec une bière noire et des crêpes a la framboise” acompañado de hermosas vistas de veleros durmientes en la arena. Otro se esfumó como una mirada azul que se pierde velozmente ante tus ojos, quedando como una luz brillante en el horizonte…
Recuerdos que se posan en lo más íntimo y recóndito de nuestra alma, anclándonos a sus cenizas como posos de fuego. Es gracias a ellos, que decides si vale la pena seguir o no con un vínculo humano, animal, geográfico o material.
Y siempre esa decisión, te cambiará la vida.
Gracias H.P.